Gratitud

Corazón rojo con llama sobre él y la palabra "Gracias" debajo del corazón.

D.

Padre, Madre, Gran Espíritu:

Te damos, una vez más, gracias por la bendición de este día, por la oportunidad que nos brindas de estar reunidos en tu presencia. Te damos gracias por todas las bendiciones que recibimos: por el calor, por la comida, por el techo que nos cobija cada día. Gracias por enviar a tus mensajeros de Luz, de esperanza y de sanación. Nos reunimos ante ti con el corazón abierto para recibir la luz, la enseñanza, el conocimiento, y compartir el amor de aquellos mensajeros tuyos que deseen acudir a nuestro encuentro.

Solicitamos que nos permitas crear el poder adecuado para que se manifieste el espíritu entre nosotros. Gracias, amén.

Queridos, me es muy grato estar aquí reunido entre vosotros. Gracias a esto que llamáis tecnología, daos cuenta de cómo la tecnología, en algún aspecto, es también como la espiritualidad, pues hace posible que no exista distancia. No hay separación; no importa que cada uno esté a kilómetros de distancia, pues todos estamos unidos en un solo cuerpo en este círculo espiritual. Esa distancia no existe, no existe para vosotros ni existe para nosotros. Las formas no deben engañarnos; la mente no debe confundirnos.

Me es grato también que uno de los temas sugeridos haya sido la gratitud. La gratitud es uno de los grandes dones que puede experimentar el Ser, especialmente cuando se halla sometido a su cuerpo físico.

Me gustaría invitaros a una pequeña reflexión. Daos cuenta de cómo, siempre que el ser humano está agradecido, agradece aquello que le es bueno, agradece aquello que le favorece. Pero quizás ese agradecimiento está basado en la perspectiva de la materia; es un agradecimiento que, aunque se cree que nace del corazón, realmente no nace de lo más profundo del corazón. Posiblemente porque, cuando el agradecimiento nace de la profundidad del corazón —y esto es la profundidad del auténtico Ser, el alma—, entonces esa gratitud, ese agradecimiento, sería también manifestado cuando las cosas no funcionan como deseamos, cuando sentimos que hay injusticia, cuando sentimos dolor.

Y preguntaréis: ¿Cómo es posible estar agradecido por la injusticia? ¿Cómo es posible agradecer el dolor? Pero si reconocemos que somos almas y que, como almas, decidimos la experiencia en el cuerpo, en la realidad de la materia, cada día —no importa lo que ocurra—, para el alma es una bendición, porque cada día es una oportunidad de crecimiento, cada día es una oportunidad de experimentar, y cada día es una oportunidad de reaccionar desde la maravillosa entidad espiritual que todos somos: ese Alma, esa chispa divina.

Y ante la injusticia, podemos conectarnos con la compasión, podemos conectarnos con nuestra fuerza interior y plantearnos: ¿Qué puedo hacer yo para que, en este valle de lágrimas que es el plano físico, en esta vida que es en muchas ocasiones dolorosa, haya un ápice de justicia? ¿Qué puedo hacer para que mi paso por el plano físico deje una huella de amor, un aspecto constructivo?

Y así, cuando experimentamos dolor, tenemos siempre la oportunidad de reflexionar: ¿A qué es debido ese dolor? Porque, como sabéis, nada sucede impuesto por un castigo; todo es consecuencia de esa ley de causa y efecto de la que todos nosotros somos los únicos responsables.

Siempre, cualquier suceso es una invitación a la reflexión, es una invitación a la superación y es una invitación a la libertad de reaccionar desde la consciencia del Espíritu.

¿Se puede estar agradecido ante el dolor? Desde el alma, sí. Es tan solo una experiencia, y dependiendo de cómo sea nuestra reacción, dependiendo de cómo sea nuestro pensamiento, dependiendo de cómo sea nuestra emoción, así esa será una experiencia válida que el alma llevará consigo y le ayudará a su iluminación.

Al reaccionar desde la consciencia del Alma, al reaccionar desde la consciencia del Espíritu, entonces nuestro Ser no se queda enquistado en emociones negativas que tan solo hacen que baje la vibración.

Podemos maldecir y podemos bendecir; todo depende de nosotros. Nosotros somos los creadores de la realidad que nos acontece. Sé que es difícil de comprender, pero se trata simplemente de cambiar el chip, como decís ahora. Cambiar la perspectiva de enfocar la consciencia en el alma, en el espíritu, la maravillosa chispa divina que sois, que somos. Gracias a la gran inquebrantable bondad del Gran Arquitecto. Y si es el Gran Arquitecto —y creo que todos estaréis de acuerdo conmigo—, no puede haber error. Las injusticias no son injusticias; sí lo son, pero no lo son. En el mundo que habitáis, la dualidad os confunde. Conquistad la vacuidad, conquistad la unidad, y entonces el alma que sois se manifestará plenamente con toda su grandeza.

Gracias por escucharme, gracias por permitirme interrumpir vuestra meditación, gracias por dejarme formar parte de la familia que sois. Y ciertamente, me gustaría oír las palabras de vuestra boca, de vuestra mente, de vuestra consciencia, vuestros pensamientos. Porque, ¿qué soy yo? ¿Quién soy yo? Un pobre viejo acostumbrado a mis devaneos de la consciencia. En cambio, vosotros, jóvenes en cuerpo —¡todos, absolutamente todos!—, jóvenes también en espíritu, en ilusión, sois rompedores porque tenéis ideas innovadoras, tenéis fuerza. No solamente fuerza para coger una pala y sacar la nieve de la puerta de casa o del garaje; tenéis fuerza para cambiar el mundo. Y de verdad os digo que mi interés en escuchar vuestra reflexión es auténtico. Habladme, hacedle un poco de compañía a este pobre viejo.

E.
—Me ha encantado oírte.

—Gracias, hermana. A mí también me encanta oírte a ti.

E.
—Es que quería preguntarte: ¿Puedes ser el de siempre? ¿O sois varios? ¿O no lo sois?

—Somos varios, somos uno. Soy el que viene siempre; cuando vienen todos, vengo yo; cuando vengo yo, vienen todos.

E.
—¿Tienes un nombre? ¿Podemos dirigirnos o hablar de ti con un nombre? ¿O cómo te llamamos?

—¿Cómo deseas llamarme?

E.
—Espíritu de Luz o… Pero me gustaría que tuvieras un nombre… para dirigirnos a ti, o cuando hablamos de ti, dirigirnos como identificándote más. No sabemos si sois varios, la voz se cambia de una vez para otra… El tema del que nos hablas no, porque siempre lo dices en la misma línea, y hoy me has aclarado muchas cosas. ¡Ha sido muy bonito todo lo que nos has dicho!

—Me alegro de que encuentres mis palabras bonitas, me alegro de haberte podido ser útil y haber aclarado conceptos. En cuanto a la forma de dirigiros a mí, me gustaría que sintieseis que realmente soy amigo vuestro. Así que, si queréis, ¿por qué no llamarme «amigo»? Todos aquí somos amigos.

E.
—Vale, amigo. Gracias.

—Gracias, amiga.

E.
—Una cosa que quería preguntarte: Si no estamos reunidos, ¿tú puedes saber lo que necesitamos, o lo que sentimos, o lo que te pedimos, o lo que creemos? ¿O solo cuando estamos reunidos en el círculo?

—Cuando estáis reunidos en el círculo, creáis un poder adecuado para que la manifestación sea posible. Y, por supuesto, como amigo vuestro que soy, me intereso por vosotros y me intereso por aquello que os acontece. Y, por supuesto, siempre que alguien llama a un amigo, si este amigo es auténtico, estará presto a ayudar, a escuchar, a consolar. Pero los amigos, muchas veces, poco más podemos hacer que eso: escuchar, consolar, abrazar… ¡pero poco menos también!

JL.
—Muchas gracias por estar ahí, por tus palabras. Es un consuelo saber que siempre estáis ahí.

—Gracias a vosotros por la oportunidad que nos brindáis de estar, gracias por escuchar nuestras palabras, y gracias por crear esa unidad que nace —me consta— de vuestro corazón, y que crea esa energía tan bonita que hace posible la manifestación del espíritu, y que hace posible que todos, juntos, sirvamos al Gran Espíritu, al Gran Arquitecto, al Amor Puro.

—Y esta hermanita que está tan callada hoy…

Y.
—Yo te doy las gracias por estar de nuevo entre nosotros, y por acompañarnos. Y me llama la atención cómo, en muchas ocasiones, a los humanos nos cuesta agradecer.

—Querida hermanita, estoy escuchando a través del instrumento, y en este punto necesito que optimices tu voz, tu audio, para poder realmente comprender lo que deseas transmitir. No siempre todo sucede a través de la telepatía… no siempre.

Y.
—¿Me llama la atención…? No sé si ahora se me oye.

—Perfectamente. Gracias por tu esfuerzo.

Y.
—Cómo muchas veces, a los humanos nos cuesta agradecer, y cómo también nos cuesta permitir el agradecimiento de los que nos acompañan. Me llama mucho la atención eso, y me gustaría saber si hay algún modo de que podamos subsanar esto, que parece un grave problema.

—Bueno, como siempre, la sanación se encuentra en el corazón. Agradecer es una virtud del Espíritu; agradecer es algo que debe sanar desde el corazón, debe emerger desde el alma, desde los sentimientos puros. Dar las gracias es algo precioso. Dar las gracias es una oportunidad de sanar a aquel que escucha vuestras palabras de agradecimiento. Dar las gracias es un elogio al Creador por todos los milagros que acontecen día tras día, muchos de los cuales no somos conscientes porque estamos habituados a ellos. Y dar las gracias debe ser la primera acción que debemos ejecutar nada más abrir los ojos; las gracias deben ser lo último que mande nuestra consciencia al dormirnos.

Y dejar que el otro nos agradezca es también, no solamente un regalo para nosotros, sino también para el que agradece. Porque, cuando dais las gracias, ¿cómo os sentís? Cuando dais las gracias desde el corazón, cuando realmente es un sentimiento que nace de lo más profundo de vuestro Ser, daos cuenta, tomad presencia en cómo este acto, esa palabra tan simple como es «gracias», produce una alquimia interna dentro de cada uno. Agradecer, recibir agradecimiento: eso crea una vibración elevada. ¡Eso sana! Y lo que el mundo necesita es sanación.

Así que no importa cómo las cosas sucedan, no importa el caos: seamos agradecidos. Y cuando, dentro del caos, alguien es agradecido, es como una chispita de luz que, por pequeña que sea, se ve siempre dentro de esa habitación oscura. Jamás, jamás, jamás la oscuridad es más fuerte que la Luz.

Al menos, así es como yo lo siento.

Y.
—Gracias.

—Gracias a ti.

—Me río, me sonrío, porque hay una cabecita que es como un hervidero de preguntas y se retiene energéticamente. Es como un caballo pura sangre que necesita correr, pero que está ahí encerrado en su cuadra…

JL.
—¿Qué relación tienen la sanación y la gratitud, que has hablado un poco antes? ¿Puedes ampliarlo?

—La gratitud es sanadora per se. La gratitud nace del corazón. Cuando hablamos de gratitud… —perdón, disculpad—, cuando la gratitud es auténtica, esta nace del corazón. Todo aquello que emerge del corazón está impregnado por la chispa divina. Cuando sentimos gratitud, podemos percibir la divinidad del otro, podemos reconocer al otro como nuestro hermano, nuestra hermana. Cuando sentimos gratitud, reconocemos también que somos reflejos, manifestaciones de la divinidad.

En tu caso, hermano, que eres sanador, reconoce que siempre que realizas una sanación, lo haces desde ese lugar de humildad en el que te pones a disposición de la energía amorosa del universo, la consciencia Una, y te sientes agradecido por esa ocasión, por esa posibilidad de ser instrumento y dar servicio al hermano o hermana que solicita tu ayuda.

Si no hubiese gratitud, no podría haber sanación. Si la persona que recibe sanación no conecta con la gratitud, te digo que esta sanación no se manifestará en él, en ella; y si se manifiesta, será perecedera. Pero no estoy diciendo nada que no sepáis ya ninguno de vosotros, ¿cierto? ¿He contestado tu pregunta?

JL.
—Sí, gracias.

—Gracias a ti por la oportunidad de expresarme. Pero daos cuenta de que no os estoy descubriendo las Américas. No estoy diciendo nada que no sepáis ya en vuestro fuero interno. Quizás mis palabras os ayuden a esclarecer algún concepto, y entonces me alegro porque os estoy siendo un amigo útil. Pero nada de lo que yo os estoy diciendo realmente es nuevo para vosotros. Sois almas maravillosas, llenas de sabiduría, llenas de amor. Y si mis palabras tienen sentido para vosotros, es porque resuenan en vuestro fuero interno; existe una resonancia de mi alma a vuestra alma. ¿No creéis que es así?

Todos.
—Sí.

—Si no tenéis más preguntas, me gustaría quedarme en silencio junto a vosotros, vibrando por unos minutos en un estado de gratitud, uniendo nuestros corazones, si me lo permitís…

Todos.
—¡Claro!

—Gracias. (2 minutos)

—Muchas gracias. Quedad en paz.

Todos.
—Gracias a ti. Gracias, y vuelve otro día.

—Gracias por invitarme a volver, amiga.

 

¿Te gustó este artículo? Siéntete libre de compartirlo con tus seres importantes, valorarlo y dejarnos tus comentarios...

Facebook
Twitter
LinkedIn

Valoraciones

0,0
0,0 de 5 estrellas (basado en 0 reseñas)
Excelente0%
Muy buena0%
Media0%
Mala0%
Muy mala0%

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Suscríbete a nuestra newsletter y no te pierdas nada...

Dime qué te ha parecido este artículo