Queridos, me hallo feliz de estar entre vosotros. Aun sabiendo que es una fecha destacada, festividad para vosotros, habéis tenido la voluntad de reuniros, no faltáis a nuestra cita, ¡gracias, gracias, gracias!
Me agrada mucho el tema propuesto por la hermanita: la compasión. ¡Qué entrañable! ¡Y qué difícil al mismo tiempo! Por un lado observad la palabra en si misma: com-pasión. ¿Y quién es quien tiene pasión? Aquel que está enamorado de alguien o de algo. Está diciendo que tiene FE en el resultado; está diciendo que cree y que está dispuesto a poner toda su energía en ese objetivo, en la confianza en esa persona. Al mismo tiempo la compasión es una VIRTUD del Espíritu, algo necesario para poder evolucionar, manifestación que surge de lo profundo del corazón; mas pensad también que la compasión puede ser un arma de doble filo; la compasión, la pasión, siempre urge a la acción; actúa aquel que puede, actúa aquel que se sabe capaz, pero cuidado porque la compasión puede ser también una excusa en la que nos podemos escudar porque no estamos actuando: “reconozco tu necesidad y siento compasión por ti…” de forma que la compasión me hace sentir bien y aunque una parte de mi sabe que debería hacer algo, actuar en tu ayuda, en tu beneficio, la compasión me está sirviendo para quedarme en esa “no acción” y confortar mi consciencia. ¿Se os había ocurrido que podría ser este arma de doble filo? ¿Una forma también de acallar la consciencia?
En el desarrollo espiritual necesitamos comprender, entender, sentir también a través del otro; sabéis lo importante que es dejar el “yo” aparte para reconocer el “nosotros”, dejar aparte el ego para que priorice nuestro Yo Superior, la conciencia colectiva, la consciencia de que todos somos uno. Todos somos UNO en el Gran Espíritu. La compasión nos permite reconocer esa unidad, la compasión puede ser el motor que nos incentive a la acción necesaria, a la realización de la misión más importante que todos tenemos, seamos espíritus encarnados o desencarnados: ejercer la sagrada virtud del AMOR. Porque sin amor nada existiría; sin amor nada sería posible.
Cuidado también porque el sentido de la compasión como arma de doble filo también puede ser un instrumento de nuestro ego, un instrumento que alimenta nuestro ego porque debido a que tengo compasión por ti, yo te ayudo, yo hago por ti, yo te doy, y entonces lo que estoy haciendo es privarte de la posibilidad de que te superes, de que comprendas las oportunidades, te estoy privando de tu capacidad de realización; pero yo me siento bien porque yo estoy haciendo por ti y curiosamente toda esa ayuda no es algo que emerja del corazón, no es algo que emerja del amor, sino es tan solo una manifestación del ego.
Si la compasión nos convierte en instrumentos y la compasión nos convierte en servidores, si la compasión nos convierte en el puente para que el otro pueda acceder a una mayor calidad de vida, acceder a una calidad emocional, acceder a un bienestar profundo del ser, entonces ese acto compasivo realmente surge de lo más profundo del ser.
La compasión muchas veces implica sacrificio. ¿Estamos dispuestos a sacrificarnos por el bienestar del otro? ¿Por la mejora del otro? ¡Y por supuesto que no ha de ser a cualquier precio! No deben confundirse los términos; tampoco es adecuado no reconocer las necesidades propias porque eso sería una forma de desdén en nuestro actuar, una falta de reconocimiento hacia nosotros mismos, una falta de coherencia. Todo debe tener un equilibrio, todo debe ser el resultado de una reflexión; no de la impulsividad. Las virtudes del espíritu, la compasión y cualquier otra virtud debe ser siempre el resultado de esa reflexión, y debe manifestarse desde ese punto de equilibrio que permite que tú y yo seamos uno y por tanto seamos iguales. No puede ser, no puede ser que la compasión me coloque por encima tuyo, un poco por debajo, ¡somos iguales! Yo te muestro de lo que eres capaz, te ayudo con lo que yo soy capaz y juntos, aunando nuestras fuerzas, creamos una situación mejor, una situación mejor para el otro, un desarrollo espiritual para ambos y, al fin y al cabo, lo que hacemos de esa manera, es manifestar la grandeza del Gran Espíritu.
¿Sabéis que existen credos que anuncian que sin compasión no hay salvación?
Todos tenemos derecho a ese estado especial del ser que algunos llaman salvación. No se trata de ser salvados, solo se trata de ser conscientes. Reconocer la consciencia divina que hay en cada uno de nosotros, esa consciencia divina que es una consciencia que pertenece a todo, a todos; en la consciencia divina no existe la dualidad, tan solo la unidad, la unicidad, todos somos ese espíritu maravilloso, todos somos esa chispa divina, y cuando siento compasión y esa compasión se produce en mí, emergiendo como he dicho del corazón y haciéndome actuar en beneficio y convirtiéndome en servidor del otro, lo que estoy manifestando es la consciencia divina que algunos llaman el YO SOY.
Permitidme, queridos míos, que por unos minutos trabaje sobre el campo áurico pues la adaptación que comentó el instrumento del que nos servimos es necesaria, y gracias a vosotros es también posible, porque vuestra presencia aquí es también un acto de compasión, compasión por la humanidad, compasión porque deseáis el despertar espiritual para todos, y aquello que conocéis o que intuís o que en vuestro fuero interno sabéis, deseáis que sea extensivo al resto de vuestros hermanos; eso es compasión. ¿Habíais pensado en que la compasión es lo que os trae a este encuentro?
Con vuestro permiso, procedo a ese trabajo energético a nivel del alma usando de las energías que aportáis y que ponéis a nuestra disposición gracias a la compasión que hay en vuestro corazón.
¡Quedad en paz!
-Todos: Gracias